Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor de Bioquímica y
Biología Molecular en la
Universidad de Granada
El 8 de mayo, la cátedra Boiron de la Universidad de
Zaragoza presentó, con notable repercusión mediática, el “Libro blanco de la Homeopatía”, en el que
se resalta la eficacia y la seguridad de esta terapéutica, y el aval científico
que la sustenta. Veamos qué hay de todo esto.
La
homeopatía se basa esencialmente en dos principios: el de que “lo similar cura
lo similar” y el del poder de las grandes diluciones de los principios activos.
El primero justifica el prefijo “homeo”: lo que causa determinados síntomas, a
bajas dosis puede curar esos mismos síntomas (aunque las causas sean otras).
Puede ser, por ej., un compuesto tóxico. No hablamos de vacunas ni de
fitoterapia. Es una hipótesis carente de pruebas, con el solo ‘fundamento’ de
la fe en una versión de la magia “simpática”, la que establece una ligazón
entre cosas o fenómenos parecidos pero dispares, sin relación lógica entre sí.
En cuanto a las enormes
diluciones que se realizan en la preparación de medicamentos homeopáticos,
digamos que a veces equivalen a disolver en el océano Pacífico un poco del
principio activo antes de tomarse un trago. Trago en el que, muy probablemente,
no queda nada de la sustancia activa original. Ante esta obviedad, los
homeópatas argumentan ¡que el agua guarda “memoria” de lo que tuvo disuelto!
¿Cómo lo hace, y por qué sólo guarda memoria del principio activo, y no de
avatares escatológicos, pongamos por caso? Aquí ya no llega la teoría... ni hay
la más mínima demostración de tamaña maravilla: seguimos con la magia
simpática, por la que cosas que han estado en contacto siguen ejerciéndose
influencia una vez separadas. ¡Y el efecto sigue aunque ya ni esté el agua,
como cuando se trata de “gránulos”! Cuidado, que lo que sí llevan en muchos
casos los preparados es lactosa, sacarosa y/o alcohol.
En definitiva, la base teórica de la homeopatía es una fe en la que se mezclan
magia y disparate, en este caso sin diluir. Pero, claro, si se demuestra que
funciona… Los meta-análisis de
estudios clínicos indican, en conjunto, que no hay un efecto claro más allá del
placebo. El Ministerio de Sanidad lo reconoció en 2011 (http://goo.gl/CCgtI), y
destacó que “En general, las revisiones realizadas concluyen que la homeopatía
no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación
clínica concreta”. Curiosamente, esta conclusión ha sido ignorada en el libro
blanco.
¿Cómo es posible que a veces la homeopatía parezca
funcionar? Pues, sobre todo, por el efecto placebo, por la acción de terapias
‘de verdad’, y porque muchas afecciones remiten de forma natural.
Así pues, estamos ante una
pseudociencia en toda regla. Sin embargo, supongo que como el tomar agua,
azucarillo y, no aguardiente, pero sí un poquito de alcohol (esto es, un
aguachirri dulce), parece inocuo, las leyes españolas permiten la venta, aunque
hasta 2012 no se han regulado “medicamentos homeopáticos”: doce, a los que
exigen “ausencia de indicación terapéutica” en la etiqueta o el prospecto. Si
esto parece de locos, ¿qué decir sobre el que precisamente los “no regulados”
(la gran mayoría) se puedan vender sin siquiera esta cortapisa?
Pero hay
más respecto a la “inocuidad” de la homeopatía. El más reciente y completo
estudio sobre este asunto (http://goo.gl/ZsLTL)
ha recopilado de la literatura médica más de mil casos de “efectos adversos”,
directos (por ej., por dilución insuficiente de un tóxico) o indirectos (sobre
todo, por abandono de la medicina seria), por seguir tratamientos homeopáticos:
más que nada, reacciones alérgicas e intoxicaciones, pero también cuatro
muertes. Estos efectos adversos son poco frecuentes, pero también
presumiblemente infravalorados.
Por todo lo dicho, la venta de productos
homeopáticos en las farmacias como si de verdaderos medicamentos (sometidos a
criterios muy rigurosos para probar su eficacia e idoneidad) se tratara,
constituye, en mi opinión, un fraude inadmisible.
Por otro
lado, el que haya sistemas sanitarios de otros países que incluyen la
homeopatía cabe achacarlo a decisiones políticas populistas. En cuanto a las
nueve universidades españolas que ofrecen estudios homeopáticos, se han ganado
su inclusión en www.listadelaverguenza.es, donde se denuncian los organismos
que promueven las falsas ciencias. Como en el caso del libro blanco recién
salido, a menudo reciben financiación de la multinacional francesa Boiron, la
principal fabricante de productos homeopáticos. ¿A quién le puede extrañar que
ese libro blanco disfrace la irracionalidad de ciencia? Es como si el libro
blanco de los ‘productos milagro’ lo publicase Power Balance. Más sorprende, y
duele, el que la
Universidad a veces haga el juego a intereses espurios.
Hay honrosas excepciones, pero,
globalmente, los licenciados en Medicina y Farmacia reciben una preparación muy
pobre frente a las pseudociencias y, en particular, frente a la homeopatía.
Sólo así se explica que (apoyadas por la deplorable legislación) la mayoría de
las farmacias promuevan el consumo homeopático, primando el negocio sobre el
cuidado de la salud de los clientes. Frente al libro blanco (blanco boironés), a los farmacéuticos –y a
todos– les recomiendo la lectura de “La homeopatía ¡vaya timo!”, de Víctor
Sanz.
Y, mientras no se ponga fin a
esta penosa situación, más vale que los ciudadanos nos autodefendamos no
dejándonos engañar con la homeopatía: en bien de nuestro bolsillo, pero sobre
todo, de nuestra salud y nuestra inteligencia.
Publicado en el diario Jaén el 16 de mayo de 2013
En Rebelión el 30-5-2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario