El 22 de noviembre, el cardenal Antonio Cañizares fue
recibido, “en nombre de S.M. el Rey”, como Académico de Honor de la Real Academia
de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental, en un solemne acto en el aula
magna de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Merece pues la
pena que hagamos un breve repaso de sus méritos en medicina.
Cañizares reconoció en su discurso que no posee tales méritos, y que el
nombramiento es, por tanto, “inmerecido”, pero el académico que le contestó, el
Dr. Piédrola, apuntó su papel en la creación de algunos centros asistenciales…
y que le gustaba asistir a los actos por San Lucas, el patrón de Medicina.
Sin embargo, en todos los discursos se resaltó que lo más importante que
Cañizares hace en torno a la medicina es la “defensa de la vida”, que lleva a
cabo como destacadísima autoridad eclesial. Precisamente esto es lo que quiero
comentar.
La Iglesia desarrolla, apelando a esa defensa de la
vida, una intensa labor en contra del uso de anticonceptivos, y en particular
de los condones. Recordemos que en 2009 el Papa declaró, en su primer viaje a
África, refiriéndose al sida, que “si no se ayuda [como propone la Iglesia] a
los africanos, no se puede solucionar esta lacra con la distribución de
preservativos: al contrario, se corre el riesgo de agravar el problema”. Como
el Papa y la Iglesia se niegan a considerar el uso de condones como parte de la
solución, una de las revistas médicas más importantes del mundo, The
Lancet, publicó un durísimo editorial en el que calificó de
"vergonzosa y completamente inexacta" la postura de Benedicto XVI (y
del cardenal Cañizares, podemos añadir) respecto a los condones. Añadía que
"el Papa ha deformado públicamente la evidencia científica para promover
la doctrina católica sobre este asunto", y que debería retractarse de “una
declaración científica falsa que puede ser devastadora para la salud de
millones de personas”. ONUSIDA, el Fondo de Población de la ONU y la
Organización Mundial de la Salud criticaron en el mismo sentido la posición de
la Iglesia. Pero esta misionera postura no ha cambiado, sigue basándose
en una moral sexual basada en la abstinencia, que es tan aberrante, que propone
como ¡modelo de madre a una (supuesta) virgen, que jamás tuvo relaciones
sexuales! Lo peor es que la Iglesia no se limita a intentar persuadir,
sino que hace lo posible por imponer sus políticas en todo el mundo,
originando un extraordinario perjuicio por el que algún día pedirá perdón; los
muertos por su causa difícilmente se lo podrán otorgar.
La ofensiva contra lo que Cañizares denomina —sin ver la enorme viga en su
propio ojo— la “cultura de la muerte”, lleva a la Iglesia a maldecir las
investigaciones con células madre y con embriones, sin importarle el dolor que
deje de aliviarse. De nuevo, por su particular concepción del ser humano, por
su creencia en que Dios se apresura a colocar un “alma” (sea lo que sea eso)
sobre cada zigoto. Es la misma creencia que le sirve para oponerse radicalmente
al aborto, ignorando el daño que ocasiona negar el derecho de las mujeres a
decidir sobre su propio cuerpo, y olvidando que —según las propias creencias
católicas— el mayor abortista, con diferencia, sería Dios, pues la inmensa
mayoría de los abortos son espontáneos, naturales; es decir, que es Él quien
los bendice o promueve.
Para terminar sin ser exhaustivos, la Iglesia se opone al derecho de las
personas a decidir sobre su propia muerte, basándose en que la vida humana
—según Cañizares nos recordó— pertenece a Dios, que, por tanto, es el único que
puede decidir sobre su conclusión (como hemos visto que haría en los abortos
espontáneos). Me parece muy bien que los católicos se apliquen, si quieren, el
cuento, pero que quieran imponérnoslo a todos es inadmisible, como nos
recuerdan Granada Laica y los laicistas en general. Y que el proselitismo
confesional se haga desde la Universidad pública (en este caso, desde una
Facultad de Medicina, con su decano al frente), y con la participación de
autoridades civiles, no me parece lícito, como bien defiende la asociación UNI
Laica.
En todas estas batallas no poco significativas, que atentan contra derechos
humanos fundamentales que tienen que ver con la medicina, está involucrado de
manera muy conspicua el cardenal Cañizares. Por tanto, que una prestigiosa
organización médica le otorgue su máximo reconocimiento honorífico me parece
una broma de mal gusto: es tan reprobable e incongruente, que hay que pensar
que ha primado la promoción de las creencias particulares por encima del
fomento de la medicina al servicio de los ciudadanos, por encima de la
salvaguarda de los mismos derechos humanos.
Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor de la
Universidad de Granada. Miembro de Granada Laica
Ideal, 25-11-2012.
El cardena Antonio Cañizares esperando la investidura
como Académico de Honor de la Real Academia de Medicina de Andalucía Oriental
(Granada)
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