martes, 21 de mayo de 2013

La ‘nueva ciencia’ de la ley Wert

Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada y miembro de Granada Laica

 
La nueva categoría que el Gobierno ha dado a la asignatura de Religión, equiparándola con materias como Matemáticas, Física, Química, Biología y Geología, e incluso, si no me equivoco, otorgándoles un estatus superior al de las cuatro últimas si atendemos al total de horas dedicadas (por ejemplo, se hablará más de creación que de evolución), hará preciso que se coordinen los contenidos para que no sean contradictorios y no generen confusión en los jóvenes alumnos. Sobre todo teniendo en cuenta el “saber científico” que, según los obispos españoles, se imparte en la instrucción religiosa. Será necesario, para empezar, que las materias científicas antiguas se adapten a la nueva ‘ciencia’, pues los dogmas religiosos ya sabemos que son inmutables, y la verdad religiosa es indiscutible y de mayor rango que las pequeñas verdades de la ciencia ‘antigua’. ¿No es la misma vieja ciencia la que se considera falible, provisional, abierta a la falsación y a la refutación... y a la mala reputación con respecto a la Religión, por tanto? El fruto de esta integración, que llevará al país a una nueva era pío-científica, con el Catecismo como texto fundamental, lejos de pasados reduccionismos y cerrazones cientifistas y racionalistas, lo ilustraré brevemente con preguntas y respuestas de un futuro examen de las también nuevas reválidas.
P: ¿Cómo se repartirían equitativamente 5 litros de leche y 2 Kg de chocolate entre 5.000 personas?
R: Depende. En condiciones ideales podría haber 5 litros de leche y 2 Kg de chocolate para cada persona, pues no hay nada esencialmente distinto entre el reparto de leche y chocolate y el de panes y peces. A pesar de lo dicho, el principio de conservación de la materia y la energía es válido casi siempre...
P: Explica qué pasa cuando un cuerpo de densidad mayor que el agua se coloca sobre ésta (en estado líquido).
R: Depende. Generalmente, el cuerpo se hunde..., pero en ocasiones flota sin penetrar en el agua lo más mínimo, pues, como sabemos, las leyes físicas hay momentos en que dejan de funcionar.
P: Calcula la concentración molar que se obtiene al disolver 10 gramos de azúcar en un litro de agua.
R: Depende. Será más alta, no se puede calcular cuánto, si el agua antes se ha transformado en vino, sobre todo si es dulce. Sin embargo, si la transformación en vino ocurre después de añadir el azúcar, puede que aquellos 10 gramos desaparezcan.
P: Explica la fecundación humana.
R: Suele necesitarse un espermatozoide y un óvulo, pero puede darse la fecundación sin participación del primero, y sin recurrir a la biotecnología, si participa cierta paloma.
P: ¿Cuándo se debe considerar una persona muerta con total seguridad?
R: Según los datos de que dispongo, la muerte sólo parece irreversible a los tres días de la muerte clínica y biológica; en alguna ocasión, el corazón, el cerebro, etc., dejan de funcionar ese tiempo, pero luego vuelven a hacerlo.
Si los profesores de ciencias se ponen farrucos y no aceptan esas respuestas, la solución para los alumnos ya la dio Orwell: el doble-pensar. Esto es, en las clases y exámenes de ciencias ‘antiguas’ se piensa de una manera (lógica, racional, basada en la duda y en las pruebas), y en los de la nueva ciencia –la Religión– de otra (crédula, dogmática, basada en la certeza irracional), incompatible con la primera. Todo es entrenarse.
Así pues, no hay problema. La dificultad está en los racionalistas latosos que creemos ver una confrontación insoluble entre ciencia (‘antigua’) y religión, cualquiera que sea ésta. ¿Qué sería de la religión católica, por ejemplo, sin la resurrección de Jesús, sin la virginidad de la Virgen, sin las esperanzadas peticiones a Dios, la Virgen y los santos, en definitiva, sin los milagros? Milagros que –decimos– son inadmisibles, ya que suponen negar la capacidad de la ciencia para explicar fenómenos naturales. De la ciencia ‘antigua’, claro, que en la ‘nueva’ cabe eso y más, hasta Adán y Eva caben.
El único consuelo que a estos latosos nos queda es que en la asignatura de Religión no se utilizan las creencias de la ‘nueva ciencia’ para apoyar ataques a los derechos de los homosexuales y de las mujeres, a la investigación con células madre, al derecho a una ‘muerte digna’… ¿O acaso no es así?


Publicado (en español y en catalán) en El periódico de Catalunya, el 21 de mayo de 2013 (hubo dos cartas de réplica), y en los diarios Jaén, Diario Progresista, Gara (4-6-2013) y Deia, 14-6-2013.

lunes, 20 de mayo de 2013

Magna mariolatría



Juan Antonio Aguilera Mochón. Granada Laica. 20-5-2013

El 18 de mayo se celebró en Granada la llamada “Magna Mariana”, multitudinario festival religioso en el que se juntaron 33 ‘Vírgenes’, todas ellas consideradas “madres de Jesucristo”, pero con diversos nombres: de las Angustias, de la Victoria, de la Antigua, etc.
            ¿Qué significados tiene este acontecimiento, qué representan esas ‘Vírgenes’? Aquí quiero sólo ofrecer algunas pistas.
            Lo más llamativo y chocante es que, siendo representaciones de la misma mujer, no sólo reciban nombres diferentes, sino que popularmente se consideren, de hecho, como “personas” distintas. Los devotos de la Macarena la ven como una mujer diferente, y más guapa, que la Esperanza de Triana, mientras que para los rocieros no hay comparación con la suya… No hace falta insistir en el sinsentido de estas percepciones, y no han faltado quienes señalen la raíz pagana de estas adoraciones, teóricamente rechazadas por la Iglesia católica, que sólo reconoce para la Virgen la veneración conocida como “hiperdulía” (la “dulía” corresponde a los santos), pero que, de hecho, acepta y fomenta estas desmedidas manifestaciones marianas. De hecho, el fervor católico popular sería mucho menor sin la mariolatría, pues conmueve a muchos la idea de una “madre” amorosa capaz de protegerlos mediante la realización de milagros (resulta secundario que se diga que quien realmente los ejecuta es Dios). Y el tener una “madre común” constituye un elemento de cohesión formidable, que da cuenta del tribalismo mariano que se observa a distintos niveles (desde las ‘Vírgenes’ más o menos locales, hasta ‘la Virgen’ común).
            En segundo lugar, hay que resaltar el que de esta especie de “diosa-madre” lo más relevante –reflejado en el nombre– no es que sea madre, sino que además sea ‘virgen’. Es un doble carácter imposible, absurdo, pero que, sorprendentemente, no sólo resulta creíble, sino que la contradicción precisamente se toma como manifestación de un poder divino. No entraré aquí en el carácter poco original de esta consideración, habida cuenta de los bien conocidos antecedentes paganos. Lo que quiero enfatizar es la potencia alienadora de ese mito. La Virgen se ofrece como modelo ideal, inalcanzable, de mujer. No se pretende con este modelo que todas las mujeres católicas (ni siquiera la mayoría) sean toda su vida vírgenes “de verdad”. Lo que se pretende que se imite es lo esencial y posible: además de la virginidad extramarital, el abandono del deseo sexual incluso en el matrimonio, y la sumisión. La consecución de ese objetivo la hemos vivido en España especialmente durante el franquismo: mujeres aún vivas, pero sobre todo madres, tías, abuelas… de los españoles actuales sufrieron una represión sexual atroz… a la vez (lógicamente, aunque con una lógica lamentable) que eran las mayores devotas de las Vírgenes. Esa represión fue brutal: la mujer que gozaba del sexo más de la cuenta (una cuenta paupérrima) era considerada ni más ni menos que una puta: en primer lugar, por sus propios maridos. Pero también por el resto de mujeres, y por esos espantosos seres granhermanianos: los curas confesores.
            Creo que es hora, por eso, de desenmascarar la mariolatría, desvelando el carácter alienante, deshumanizante, y profundamente antifemenino, de la Virgen, de las Vírgenes. No sólo han servido para dañar la integridad sexual de las mujeres, también han perjudicado subsidiariamente a los hombres, y a las relaciones entre unas y otros. La mariolatría ha sido un arma eficaz y nada inocente en beneficio del machismo. Para ese desemascaramiento, no está mal comenzar por decir en voz alta lo que casi todos sabemos: que la virginidad de la Virgen es falsa. Afirmar esa virginidad como hecho real supone contradecir a la ciencia y a la razón de una manera radical. Como ocurre, por cierto, con la afirmación de la resurrección de Jesús, de la transubstaciación eucarística, y del resto de milagros.
            No hace falta que diga que, evidentemente, cualquiera tiene derecho a creer (y a no creer) en las Vírgenes o en lo que quiera o pueda, y a manifestar estas creencias, y a asociarse en torno a ellas… Y el Estado debe proteger estos derechos. Lo que no debe el Estado es sostener, promover, favorecer… a creencia particular alguna, como ocurre en España, de manera desaforada, con las creencias católicas, y de hecho ha ocurrido con la Magna Mariana: a través del apoyo económico del Ayuntamiento y la Diputación de Granada, y de la presencia de autoridades civiles y militares en actos estrictamente religiosos. Pero lo peor, lo que me parece más intolerable por abusivo, es que se adoctrine a los niños en creencias no sólo falsas, sino perjudiciales para su desarrollo. Y es inadmisible que eso se haga incluso en la escuela pública: en la asignatura de religión, ahora tan reforzada.



jueves, 16 de mayo de 2013

La fe homeopática



Juan Antonio Aguilera Mochón. Profesor de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad de Granada

El 8 de mayo, la cátedra Boiron de la Universidad de Zaragoza presentó, con notable repercusión mediática, el “Libro blanco de la Homeopatía”, en el que se resalta la eficacia y la seguridad de esta terapéutica, y el aval científico que la sustenta. Veamos qué hay de todo esto.
            La homeopatía se basa esencialmente en dos principios: el de que “lo similar cura lo similar” y el del poder de las grandes diluciones de los principios activos. El primero justifica el prefijo “homeo”: lo que causa determinados síntomas, a bajas dosis puede curar esos mismos síntomas (aunque las causas sean otras). Puede ser, por ej., un compuesto tóxico. No hablamos de vacunas ni de fitoterapia. Es una hipótesis carente de pruebas, con el solo ‘fundamento’ de la fe en una versión de la magia “simpática”, la que establece una ligazón entre cosas o fenómenos parecidos pero dispares, sin relación lógica entre sí.
En cuanto a las enormes diluciones que se realizan en la preparación de medicamentos homeopáticos, digamos que a veces equivalen a disolver en el océano Pacífico un poco del principio activo antes de tomarse un trago. Trago en el que, muy probablemente, no queda nada de la sustancia activa original. Ante esta obviedad, los homeópatas argumentan ¡que el agua guarda “memoria” de lo que tuvo disuelto! ¿Cómo lo hace, y por qué sólo guarda memoria del principio activo, y no de avatares escatológicos, pongamos por caso? Aquí ya no llega la teoría... ni hay la más mínima demostración de tamaña maravilla: seguimos con la magia simpática, por la que cosas que han estado en contacto siguen ejerciéndose influencia una vez separadas. ¡Y el efecto sigue aunque ya ni esté el agua, como cuando se trata de “gránulos”! Cuidado, que lo que sí llevan en muchos casos los preparados es lactosa, sacarosa y/o alcohol.
            En definitiva, la base teórica de la homeopatía es una fe en la que se mezclan magia y disparate, en este caso sin diluir. Pero, claro, si se demuestra que funciona… Los meta-análisis de estudios clínicos indican, en conjunto, que no hay un efecto claro más allá del placebo. El Ministerio de Sanidad lo reconoció en 2011 (http://goo.gl/CCgtI), y destacó que “En general, las revisiones realizadas concluyen que la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta”. Curiosamente, esta conclusión ha sido ignorada en el libro blanco.
¿Cómo es posible que a veces la homeopatía parezca funcionar? Pues, sobre todo, por el efecto placebo, por la acción de terapias ‘de verdad’, y porque muchas afecciones remiten de forma natural.
            Así pues, estamos ante una pseudociencia en toda regla. Sin embargo, supongo que como el tomar agua, azucarillo y, no aguardiente, pero sí un poquito de alcohol (esto es, un aguachirri dulce), parece inocuo, las leyes españolas permiten la venta, aunque hasta 2012 no se han regulado “medicamentos homeopáticos”: doce, a los que exigen “ausencia de indicación terapéutica” en la etiqueta o el prospecto. Si esto parece de locos, ¿qué decir sobre el que precisamente los “no regulados” (la gran mayoría) se puedan vender sin siquiera esta cortapisa?
            Pero hay más respecto a la “inocuidad” de la homeopatía. El más reciente y completo estudio sobre este asunto (http://goo.gl/ZsLTL) ha recopilado de la literatura médica más de mil casos de “efectos adversos”, directos (por ej., por dilución insuficiente de un tóxico) o indirectos (sobre todo, por abandono de la medicina seria), por seguir tratamientos homeopáticos: más que nada, reacciones alérgicas e intoxicaciones, pero también cuatro muertes. Estos efectos adversos son poco frecuentes, pero también presumiblemente infravalorados.
Por todo lo dicho, la venta de productos homeopáticos en las farmacias como si de verdaderos medicamentos (sometidos a criterios muy rigurosos para probar su eficacia e idoneidad) se tratara, constituye, en mi opinión, un fraude inadmisible.
            Por otro lado, el que haya sistemas sanitarios de otros países que incluyen la homeopatía cabe achacarlo a decisiones políticas populistas. En cuanto a las nueve universidades españolas que ofrecen estudios homeopáticos, se han ganado su inclusión en www.listadelaverguenza.es, donde se denuncian los organismos que promueven las falsas ciencias. Como en el caso del libro blanco recién salido, a menudo reciben financiación de la multinacional francesa Boiron, la principal fabricante de productos homeopáticos. ¿A quién le puede extrañar que ese libro blanco disfrace la irracionalidad de ciencia? Es como si el libro blanco de los ‘productos milagro’ lo publicase Power Balance. Más sorprende, y duele, el que la Universidad a veces haga el juego a intereses espurios.
Hay honrosas excepciones, pero, globalmente, los licenciados en Medicina y Farmacia reciben una preparación muy pobre frente a las pseudociencias y, en particular, frente a la homeopatía. Sólo así se explica que (apoyadas por la deplorable legislación) la mayoría de las farmacias promuevan el consumo homeopático, primando el negocio sobre el cuidado de la salud de los clientes. Frente al libro blanco (blanco boironés), a los farmacéuticos –y a todos– les recomiendo la lectura de “La homeopatía ¡vaya timo!”, de Víctor Sanz.
Y, mientras no se ponga fin a esta penosa situación, más vale que los ciudadanos nos autodefendamos no dejándonos engañar con la homeopatía: en bien de nuestro bolsillo, pero sobre todo, de nuestra salud y nuestra inteligencia.


Publicado en el diario Jaén el 16 de mayo de 2013
En Rebelión el 30-5-2012